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FONT: LA VANGUARDIA. 09/09/2011
Pierre Magistretti: 'La palabra puede curar como un fármaco'
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El cerebro nunca es igual a sí mismo. No puedes pensar dos veces con el mismo cerebro, porque cambia con cada experiencia y a cada instante.



¿Cómo?
Las neuronas se organizan y reorganizan en redes, que la experiencia va modificando. Y esa es la más prometedora frontera de la neurociencia: la plasticidad neuronal.



¿En qué consiste?
Neurones that fire together, wire together, las neuronas que se enlazan acaban formando un cableado, un mapa, un sistema. Y ese proceso se repite modelando y remodelando nuestro cerebro continuamente.



La experiencia se hace órgano.
La experiencia modifica la sinapsis, la transferencia de información entre neuronas. Cuando usted crea una imagen, deja una huella en el cerebro, un mapa mental, y cada vez que evoca esa imagen la reactiva, pero creando otro mapa nuevo. Es la base fisiológica de la creatividad y del psicoanálisis.

Eso lo suscribiría Woody Allen.
Freud explica cómo la reasociación de imágenes en cada ocasión es el fundamento del inconsciente. La experiencia deja un recuerdo y una imagen, una huella sináptica, pero al evocar esa imagen previa siempre obtenemos otra nueva con conexiones de la anterior, pero reorganizadas de forma nueva.



La memoria es un país en el que siempre somos extranjeros.
En esa recreación mental continua está el punto de contacto entre el psicoanálisis, la creatividad y la neurología. La palabra es también una experiencia y por eso modifica la sinapsis, las conexiones neuronales que conforman, al cabo, esa red de redes que es nuestro cerebro.



Y el verbo se hace carne.
Y cura. La palabra puede curar como un fármaco. Por eso el cerebro no es un mero contenedor de capacidades como el área del habla, el cálculo, la memoria...También es una formidable máquina temporal.



¿A qué se refiere?
Hay un psicoanálisis del devenir de nuestra mente que indaga en ella hasta descifrar y darle sentido y así revela y alivia nuestros traumas. Pero también hay otro psicoanálisis que opera en el instante.



Sincrónico y diacrónico, como en la definición de lenguaje de Saussure.
El ser humano se debate entre su tendencia destructiva a la repetición y su vocación de reinventar. La repetición es destructiva, la reinvención es creativa. Por eso, Einstein dice que inventar es pensar al lado, fuera de la caja. Lo que también se llama hoy pensamiento lateral.



¿Por qué nos gusta repetir?
La repetición nos gratifica, pero al mismo tiempo ese mecanismo de gratificación en la repetición inicia uno de penalización; cualquier hábito produce placer y desplacer de modo complejo y complementario para lograr un equilibrio homeostático...

Veamos.
Nuestro cerebro incentiva y desincentiva a la vez. Por eso el ser humano es el único que puede hallar placer en el desplacer.



El primer sorbo de vino es el mejor.
Porque, al principio, cualquier adicción genera mucho placer y poco desplacer, pero al ir repitiendo la acción en busca de más gratificación obtenemos menos: la proporción de placer y desplacer se va invirtiendo.



¿Cómo?
Las adicciones, obsesiones y conductas compulsivas obedecen a ese mecanismo. Gozamos la primera dosis y paulatinamente tenemos que aumentarla ya no para obtener placer, sino sólo para evitar el desplacer...



Cada vez tomas más y gozas menos.
De forma que al final no actuamos para obtener más placer, sino sólo para no sufrir más desplacer. Es lo que le sucede al adicto: al principio aumenta las dosis para obtener más placer y después tan sólo para no sufrir el síndrome de abstinencia. Placer y desplacer son inversamente proporcionales.



Y así puede llegar a la muerte.
Freud intenta analizar el principio del placer y sus mecanismos, pero fracasa, porque descubre que el ser humano busca algo más allá del placer, algo que puede llevarlo a la muerte. Somos seres paradójicos.



¿En qué sentido?
El ser humano no busca su propio bien: desea estar sano, pero fuma; ama a su pareja, pero se va con otra... Y después vuelve a enamorarse de la siguiente pareja, pero reproduce la pesadilla... Una y otra vez...



Al hombre le cuesta desear a la que ama y amar a la que desea.
Buscamos equilibrio y por eso llegamos al desequilibrio. Y al indagar en el principio del placer, Freud descubre que persiguiendo ese equilibrio podemos llegar sin saberlo a desear la autodestrucción y la muerte.

Es el equilibrio definitivo al cabo.
La pulsión de muerte es un instinto autodestructivo, pero no sólo individual. También explica el comportamiento irracional de algunos pueblos, su agresiva psique colectiva. Y sería la última explicación de la guerra.



¿Tiene alguna?
Es el modo en que los pueblos descargan su pulsión de muerte sobre otros pueblos.



El cerebro puede ser un mal bicho.
Es una máquina de adaptarse al medio y crear un equilibrio, pero también es un instrumento para desequilibrarse, soñar, depender de una sustancia, una conducta, una relación... Es una red paradójica en múltiples sentidos.

Un diagnòstic de TDAH

Article publicat en la revista del COPC. agost- setembre 2011


El passat 11 de maig es va presentar la sessió “Un diagnòstic de TDAH, a càrrec e Mercé Collell, psicòloga clínica psicoanalista; Joaquim Trenchs, psicòleg psicoanalista, amb la coordinación d’Ana Molinaro, psicòloga clínica psicoanalista.

S’inicià la sessió amb la exposición de Joaquim Trenchs d’algunes reflexions genèriques  per emmarcar el TDAH. Aquest es presenta com una simptomatologia de fácil descripció però de complexa etiologia. Va indicar que en la mateixa literatura científica existent trobem algunes paradoxes i contradiccions, en la creença d’un determinisme unicausal i lineal directe que uniria allò biologicogenètic amb la expressió conductual de la persona. Com a psicoanalistas enfatitzem el pes del llenguatge, del seu valor metafòric i simbòlic en la canalització inconscient d’afectes i emocions, per entendre la constitució, organització i funcionament mental i conductual de la pesona.

Hi ha qüestions d’ordre social, com l’eclosió de la societat virtual i les noves tecnologies, i d’ordre mèdic, com l’èmfasi en l’etiologia biològica, que podrien explicar la generalització i l’emergència en l’actualitat de la simptomatologia del TDAH. Des de la psicoanálisis valorem uns déficits en els vincles afectius primerencs que afecten l’estructuració bàsica de la personalitat, i entenem el símptoma com un missatge a desxifrar, no tant com una conducta a eliminar.

Mercé Collell va presentar el cas clínic d’un noi de tretze anys diagnosticat de TDAH des dels cinc anys i medicat des d’aleshores. L’exposició es va acompanyar de suport audiovisual, en que es va mostrar els dibuixos que va fer al llarg de la cura. Aquest noi va ser derivat pel psicòleg escolar. L’exploració psicodiagnòstica ens assenyala un CI de 102. En les proves projectives mostra signes de refugi a un mon de fantasia, una pobresa ioca, una molt baixa autoestima i una percepció ideal de la figura femenina.

La cura passa per diferents moments. Un periode inicial, en que mostra un món intern caòtic i el malestar sofert en relació amb el món escolar i l’aprenentatge. En aquest noi hi ha unes mancances importants en la construcción de la imago corporal, es viu com a ximple, inepte amb incapacitat per aprendre. L’esperança de curació es manifesta en què cal que li facin un “canvi radical”. Entrem en una etapa fetitxiste, en la qual s’amaga darrere la figura femenina a la qual embellirà amb tota mena de pentinats. Es treballa la posició menysvalorada de l’element masculí, pot donar sortida a sentiments agressius que comporta la posició d’inferioritat. A mesura que van caient les figures ideals, ell creix. En l’àmbit transferencial, no es respon als temes agressius i amorosos vers la psicoanalista.


El treball psicoanalític li permet, per mitjà de la paraula, donar sortida a les ansietats que el col·lapsen. Des de l’inici de la cura millora en la seva capacitat de comunicació; abans hi havia mutisme. Descobreix la paraula i construeix un alfabet. Aquest noi té un bon sentit del ritme, interpretarà cançons infantils amb un contingut ben simbòlic: El Joan petit com balla el Patufet, les quals revelen una incipient personalitat que va creixent.

El diagnòstic realitzat fins aleshores, sense tenir en comte els aspectos emocionals i de personalitat, atenent sols a la part de medicació, va encapsolar el desenvolupament subjectiu.

Hi va haver preguntes i comentaris per part dels assistents en relació amb casos de la seva pràctica. El diagnòstic que atén sols a la part conductual amaga altres aspectos importants en la cura d’aquests nens.

Signat: Mercé Collell.

FONT: DIARI PAGINA/12 (ARGENTINA). 15/09/2011
“Medicalización” y “profesionalización” de la infancia

El nene sospechoso


El chico al que le mintieron sobre la muerte de su tío; el chico que estaba harto de doctores y pastillas; incluso, el sospechoso chico de la serie Los Soprano: todos son, para la autora de este ensayo, ejemplos de la “medicalización” o, aun sin medicamentos, la “profesionalización de la infancia”, destinada a “normalizar al niño que molesta”.




Por Marisa Punta Rodulfo *

Matías, de 12 años, llega a la consulta. El está con psicopedagogo y psicomotricista, por presentar problemas en la escolaridad. No puede aprender los contenidos esperados; tampoco atiende, no responde, no puede hacer pruebas. Está terminando su escuela primaria, con inminente paso a secundaria. Sus padres no saben qué hacer con él. Lo recibo en la primera entrevista, después de un recorrido larguísimo por distintos profesionales, en ese momento sin intervención medicamentosa. Padece una obesidad incipiente, se presenta con su espalda encorvada, poco comunicativo. Después de un momento inicial poco productivo empezamos juntos a realizar juegos de palabras para luego intercambiar sobre una. El se muestra aficionado al cine, al igual que yo. También encontramos como tema en común la literatura. Allí ese niño cambia, deja de ser ese púber con sus ojitos chiquitos, deja de moverse torpemente.

Le dije, después: “Matías, vos no parecés el que me cuentan que sos en la escuela. Decime una cosa, si yo te pongo un problema, como te ponen en la escuela, ¿vos lo podés resolver?”. Le pido que haga un dibujo y que narre algo en torno del dibujo que haga: Matías no lo puede hacer. Se queda frente al papel mucho tiempo, sin poder lograrlo.

Hay un punto en que su conocimiento queda interceptado, y este punto está en relación con el aprendizaje escolar. Le digo: “Matías, hay algo que vos no podés entender, hay algo que vos no podés aprender y que en vos hace mucho ruido y no te deja pensar”. No me apuro a establecer una relación que le resultaría inaprensible y espero un par de entrevistas más para decirle: “Contame un poco de tu familia”.
Me empieza a contar de su mamá, de su papá. Le digo: “Sé que tu papá tenía un hermano”, y me dice: “Ah, sí, mi tío. Me puso muy triste porque mi tío se mató hace unos años”. “¿Y cómo fue? ¿Qué sabés de eso? ¿Qué te contaron?” Contesta: “Mi tío coleccionaba armas: probando un arma que estaba cargada y él no sabía, se le escapó un tiro y se mató”. Contesto: “Si querés, podés seguir preguntándoles a tus papás sobre esto”.
No me corresponde a mí, porque no soy ni la mamá ni el papá de Matías, comunicarle algo de la historia familiar que surgió de las entrevistas con los padres. Se trata de un secreto familiar, que como tal deberá ser trabajado por el conjunto de la familia, con ayuda profesional de ser necesario. Ese tío paterno vivía en condiciones precarias, jamás hubiera podido tener una colección de armas. Matías lo conocía, sabía esto: entonces, lo que se le niega a Matías es su propia percepción. Se desdice algo que él está viendo. Y uno de los peores problemas para tramitar psíquicamente es la negación de una percepción: que se le diga a alguien “No, eso que estás viendo no es de esa manera”.

Rellenar los agujeros en la historia es el trabajo que uno tendrá que hacer, tanto con Matías como con los padres. Es un trabajo de “neoescritura”, es un trabajo de escritura de la subjetividad totalmente distinto al de levantar lo reprimido. De ello infiero que en el momento actual deberé privilegiar el trabajo con los padres. En razón de ello les digo: “Déjenlo tranquilo en este momento a Matías y empecemos a trabajar con ustedes”, para a partir de allí poder pensar qué le obstaculiza el conocimiento de una verdad, que hace síntoma en el aprendizaje.

Otro niño que llega a la consulta es Francisco, de 7 años, que desde los 3 está medicado con Ritalina porque supuestamente tiene ADD (“trastorno por déficit de atención”). Durante todo este tiempo ha ido al fonoaudiólogo, al psicopedagogo, al psicólogo cognitivo, al neurólogo, etcétera. Cuando lo conozco, le digo: “Francisco, vos debés pensar: ‘Otra doctora más. ¿Qué me va a decir ahora?’. ¡Yo en tu lugar estaría harta! ¡Revolearía a todos los doctores y a todas las pastillas! Pero bueno, hoy estás acá y vamos a ver cómo te puedo ayudar”. Después de tener varias reuniones con el niño y de tomarme el trabajo de investigar minuciosamente sus potencialidades intelectuales, su nivel de atención, concentración, etcétera, luego de ese período diagnóstico, considero que, si bien hay que ayudar a Francisco, ya que presenta una patología, éste no es el momento de empezar una nueva psicoterapia. ¿Cuál fue la forma en que pensé que podía ayudar a Francisco en el momento actual? Desmedicalizándolo. Así fue que me reuní con los padres y les dije: “A Francisco le pasan cosas, pero en realidad no podemos saber quién es él ahora con sus 7 años. Está medicado, con psicoterapia, con fonoaudiólogo, con maestro particular, con su mamá controlándole los deberes todo el día, en una escuela ocho horas, con un papá que se pelea con mamá porque le dice que le está encima, con una mamá que le critica a papá que no se ocupa de Francisco... ¡Esto es un caos!”. Lo que propongo en este momento a la familia es ir retirando, de forma cuidada (es decir, guiados por profesionales ad hoc), todos los tratamientos, dejarlo a Francisco tranquilo y esperar seis meses. Recién después de ese tiempo volver a verlo, para poder por primera vez precisar qué niño tengo frente a mí, con qué niño me encuentro después de que se ha retirado el aparato médico/psicológico/psicopedagógico/escolar.

Ocupémonos ahora de Anthony Soprano (personaje de la serie televisiva Los Soprano), sospechoso de ADD.
Los psicólogos escolares que lo ven y que hacen el diagnóstico solo encuentran cinco en lugar de los seis indicadores que definirían el supuesto síndrome de ADD. Recordemos que en el DSM IV (Manual de diagnóstico de trastornos mentales de la Asociación de Psiquiatras de Estados Unidos, de amplio uso en el mundo) se diagnostica ADD cuando seis características se mantienen por lo menos seis meses. Esto ya es un serio disparate. Pero la parodia en Los Soprano avanza todavía más: “Sospechoso de ADD”. La sospecha de que Anthony Jr. tenía ADD provenía de sus manifestaciones de desobediencia escolar y malos tratos: golpeaba a sus compañeros, quería dominarlos. En esa escuela nadie era capaz de plantearse cuál era el entorno, qué es lo que estaba viviendo y viendo en la familia mafiosa, de la que formaba parte.

Molesto, impertinente


Uno de los grandes temas que venimos puntualizando es lo que llamamos la medicalización de la infancia. Pero la medicalización de la vida cotidiana rebasa la clínica con niños y se ha instalado como nuevo poder. Robert Castel, en El orden psiquiátrico, denuncia el papel que la psiquiatría viene a ocupar: el de un nuevo orden que regula las estructuras de poder: “La intromisión del orden psiquiátrico en las prácticas sociales relativas a la locura aparece en el siglo XVIII y su objeto serán aquellos sujetos que no puedan adaptarse a la sociedad normal”. Más allá de las mejores intenciones y de los métodos científicos más rigurosos, el objetivo final es remodelar, racionalizar, rentabilizar en lo económico, aumentar la eficacia y la moralidad. Encontramos algo predictivo en este texto de Castel, de 1980, respecto de la psiquiatrización imperante en el momento actual. El orden psiquiátrico, además, no es sólo cosa de psiquiatras, sino que nos afecta a todos los que trabajamos en el campo de la salud mental y de la educación. El ser distinto es inmediatamente cualificado como signo de enfermedad, sin que haya una interrogación previa por el papel de la familia, de la escuela, por nuestro propio papel.

El ADD/ADHD (“trastorno por déficit de atención con hiperactividad”) es una de las formas bien actuales, un caso testigo de lo que Robert Castel denominó “el orden psiquiátrico”: cuando un niño molesta en la escuela, inmediatamente es clasificado, rotulado con una nueva forma de rotulación: el ADD. El niño que supuestamente padece este síndrome –al que el discurso imperante adjudica un origen de características puramente biológicas– deberá ser separado (vigilado y castigado, diría Foucault) en función de distintas medidas profilácticas. La primera de ellas es la consulta inminente y sin mediación alguna, por pedido de la escuela, generalmente con el psiquiatra o con el neurólogo, quien habitualmente prescribe una medicación.
Entonces, se lo normaliza, pero ¿el niño tiene que ser como un adulto, que se queda sentado ocho horas trabajando? ¿O un niño tiene que ser espontáneo, ruidoso, creativo, juguetón, molesto, impertinente?
Un niño que molesta al adulto suele ser un niño saludable. Entonces, se lo normaliza, se lo vigila, se lo castiga dándole medicación, pero quizá no aprenda más que antes en la escuela. Sólo deja de molestar, y con ello se establece el “orden”, “la normalidad”; el niño se incorpora a los patrones que le marca la cultura de su tiempo.

Cuando uno va a una escuela y, de 35 niños, 28 son sospechosos de ADD y 15 ya están medicados, la pregunta es: ¿qué estamos haciendo con nuestros niños?

Y no se trata sólo de un problema de los psiquiatras, no es solo un problema de los grandes laboratorios que han ido avanzando. Un niño que molesta tiende a ser inmediatamente profesionalizado, término que prefiero porque resulta más abarcativo que “psiquiatrizado”. No se trata sólo del discurso psiquiátrico o del discurso médico. Cuántas veces distintos profesionales pueden colaborar con la institución escolar o con la institución familiar tomando en tratamiento a un niño que no lo necesita, por ejemplo por estar simplemente atravesando situaciones vitales o por ser un síntoma de algo que pasa en la institución familiar o en la escolar.

* Texto extractado del trabajo “Desde la psicopatología de la vida cotidiana a la psicopatologización de la vida cotidiana”, incluido en Invención de enfermedades. Traiciones a la salud y a la educación, por León Benasayag y Gabriela Dueñas (comps.), ed. Noveduc.


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FONT: LA VANGUARDIA. 09/09/2011

"Lo que pensamos varía nuestra biología"
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Lo que pensamos varía nuestra biología.

Me enseñaron que los genes controlan la vida, que en ellos se inscriben todas nuestras capacidades y características, pero es falso.



¿Del todo?

No somos víctimas de nuestra genética, en realidad es el ADN el que está controlado por el medio externo celular.



¿Qué significa eso?

La célula es la vida. Hablar de una célula es como hablar de una persona. Nosotros recibimos la información a través de los cinco sentidos y las células reciben las señales del entorno a través de los receptores que captan la información. El ADN es controlado por señales que vienen desde fuera de la célula, incluyendo mensajes energéticos de nuestros propios pensamientos, tanto los positivos como los negativos.



¿Somos lo que vivimos y pensamos?

Sí, y cambiar nuestra manera de vivir y de percibir el mundo es cambiar nuestra biología. Los estudios que empecé hace cuarenta años demuestran que las células cambian en función del entorno, es lo que llamamos epigenética. Epi significa por encima de la genética, más allá de ella.



¿Y?

Según el entorno y como tú respondes al mundo, un gen puede crear 30.000 diferentes variaciones. Menos del 10% del cáncer es heredado, es el estilo de vida lo que determina la genética.



¿Es el entorno el que nos define?

Aprendemos a vernos como nos ven, a valorarnos como nos valoran. Lo que escuchamos y vivimos nos forma. No vemos el mundo como es, vemos el mundo como somos. Somos víctimas de nuestras creencias, pero podemos cambiarlas.



Pero las creencias están inscritas en lo más profundo de nuestro subconsciente.

Cierto. El subconsciente es un procesador de información un millón de veces más rápido que la mente consciente y utiliza entre el 95% y el 99% del tiempo la información ya almacenada desde nuestra niñez como un referente. Por eso cuando decidimos algo conscientemente como, por ejemplo, ganar más dinero, si nuestro subconsciente contiene información de que es muy difícil ganarse la vida, no lo conseguiremos.



¿Entonces?

Si cambiamos las percepciones que tenemos en el subconsciente, cambiará nuestra realidad, y lo he comprobado a través de numerosos experimentos. Al reprogramar las creencias y percepciones que tenemos de cómo es la felicidad, la paz, la abundancia, podemos conquistarlas.



Me suena a fórmula feliz...

Así es como funciona el efecto placebo. Si pienso que una pastilla me puede sanar, me la tomo y me encuentro mejor. ¿Qué me ha sanado?...



¿La creencia?

Eso parece. Al igual que los pensamientos positivos y el efecto placebo afectan a nuestra biología, existe el efecto nocebo: si crees que algo te hará daño, acabará por hacerte daño. Henry Ford decía que tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, tienen razón. Si eliges vivir un mundo lleno de amor, tu salud mejorará.



¿Y eso por qué?

La química que provoca la alegría y el amor hace que nuestras células crezcan, y la química que provoca el miedo hace que las células mueran. Los pensamientos positivos son un imperativo biológico para una vida feliz y saludable. Existen dos mecanismos de supervivencia: el crecimiento y la protección, y ambos no pueden operar al mismo tiempo.



O creces o te proteges.

Los procesos de crecimiento requieren un intercambio libre de información con el medio, la protección requiere el cierre completo del sistema. Una respuesta de protección mantenida inhibe la producción de energía necesaria para la vida.



¿Qué significa prosperar?

Para prosperar necesitamos buscar de forma activa la alegría y el amor, y llenar nuestra vida de estímulos que desencadenen procesos de crecimiento. Las hormonas del estrés coordinan la función de los órganos corporales e inhiben los procesos de crecimiento, suprimen por completo la actuación del sistema inmunológico.



¿La culpa de todo la tienen los padres?

Las percepciones que formamos durante los primeros seis años, cuando el cerebro recibe la máxima información en un mínimo tiempo para entender el entorno, nos afectan el resto de la vida.



Y las creencias inconscientes pasan de padres a hijos.

Así es, los comportamientos, creencias y actitudes que observamos en nuestros padres se graban en nuestro cerebro y controlan nuestra biología el resto de la vida, a menos que aprendamos a volver a programarla.



¿Cómo detectar creencias negativas?

La vida es un reflejo de la mente subconsciente, lo que nos funciona bien en la vida son esas cosas que el subconsciente te permite que funcionen, lo que requiere mucho esfuerzo son esas cosas que tu subconsciente no apoya.



¿Debo doblegar a mi subconsciente?

Es una batalla perdida, pero nada se soluciona hasta que uno no se esfuerza por cambiar. Deshágase de los miedos infundados y procure no inculcar creencias limitadoras en el subconsciente de sus hijos.

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